lunes, 17 de agosto de 2009

El Ultimatum del Tacto


Perversas manos sabotean nuestra mente,
con solo mirarlas nos enviciamos,
las deseamos y consumimos
sin importar que acrecientan la brecha de nuestra soledad.

Disgustamos sedientos de su alevoso silencio,
que acalla nuestras voces, y apaga la memoria.
Traspasamos la pantalla, que entra a través de nuestros ojos.
Nos detenemos perplejos, perdemos la noción del tiempo.

Pasamos de soñar, a ser dioses de nuestro mundo virtual.
Y como toque de heroína, nos volvemos adictos a ella;
tanto así, que su partida
sería el apocalipsis bíblico del que sólo unas cuantas élites saldrían con vida.

Vivimos para ella, no concebimos un mejor pasado en su ausencia.
La protegemos a toda costa porque ella es nuestra vida y conciencia.
Sin ignorar que ella nos esclaviza,
dependemos de ella porque es la única que puede llenar,
el vacío que sólo ella podría generar.

Evolucionamos. Nos encorvamos como girasoles agonizando, dedos que hablan,
ojos que escuchan, siempre fijos a cualquier movimiento como perros cazadores,
deseando ser aceptados por la sociedad digital.
Nos desarraigamos del contacto físico,
deliciosos besos, calurosos abrazos.

Abrimos la boca, mientras todo se atranca en la garganta de nuestra razón,
de repente, una baba cae de nuestro cabeza,
es la señal de la vergüenza,
la pérdida de nuestra última certeza…

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